POLICÍA LOCAL DE TARIFA (Página no oficial)

domingo, 3 de junio de 2012

UNA NOCHE CUALQUIERA: le pasó a él por estar ahí…


Una noche cualquiera, en pleno mes de verano, un policía salió a patrullar como hacía cada vez que le tocaba trabajar a su turno. Salió, como todos los días, con muchas ganas de ayudar dónde y cómo hiciera falta, y con el mismo ánimo de sorprender a los malhechores en plena actividad ilícita. No hacía ascos a ningún tipo de incidencia delictiva o humanitaria.

Ese compañero salía así de animado a trabajar todos los días, pese a saber de la inquina que algunos le tenían dentro del colectivo al que pertenecía, amén de la enemistad manifiesta de algún político con carta en el “servicio”. Muchas eran las zancadillas y trompicones que tenía que sortear diariamente, desde que comenzó a trabajar en “la empresa”. Pese a eso, que no es poco, ese policía siempre estaba presto a ayudar a todos y cada uno de los que mostraban abierta o encubiertamente aquella animadversión. Esto último lo demostró siempre que se presentó la ocasión, y fuese quien fuese el que pidiera apoyo. ¡Él siempre estaba allí…!

Antes de tropezarse con nuevas sensaciones, estuvo toda la noche saboreando las mismas de cada día de trabajo: sentimiento de ayuda a la mayoría mientras “fastidiaba”, aplicando la Ley, a la minoría —infractores/delincuentes—. Creía en lo que hacía, y para ayudar a unos tenía que reprender a otros. Ese es el juego. Es muy sencillo comprenderlo y asimilarlo. Aquella noche, durante las primeras horas del servicio, incautó pequeñas cantidades de sustancias estupefacientes prohibidas y también realizó alguna alcoholemia al conductor de algún vehículo. Un arma prohibida también fue decomisada, quedando retirada de la calle. Ah, él no iba solo: le acompañaba el que desde hacía algún tiempo era casi binomio fijo de servicio.

Se iba acercando el momento que cambiaría su vida. Iba a conocer nuevas sensaciones y él aún no lo sabía. Pasaban las horas de servicio y tocó ir a reponer energías. Como casi todos los compañeros, cuando trabajan en el turno de noche, acudió a la gasolinera de siempre para tomar un café y algún bocado. Tras repostar…”carretera y manta”. Había cosas que hacer y siguió buscando infractores de todo género y calaña.

Bien entrada la madrugada, el animado policía, algo acalorado por las altas temperaturas veraniegas, trató de hacer un servicio de lo más cotidiano y rutinario: trató de identificar al infractor de un precepto de tráfico. Él y todos lo que son como él hacen eso mil veces al año —otros ni en mil años lo harían un puñado de veces—. Pero lo que consiguió identificar fue una situación que hasta entonces le era desconocida. Una situación para la que siempre se había preparado, pero que siempre creyó que nunca conocería.  Nuevas sensaciones y sonidos. ¡Esa noche conoció la soledad! Pero no cualquier soledad sino la soledad con mayúsculas. Hablamos del a veces manido: “… O TÚ O YO…”. Aquella soledad era, a la par, silenciosa y ruidosa. Todo era nuevo y extraño. ¡Por Dios, qué está pasándome! Fue algo nuevo y distinto, algo que pocos conocen. Algo que pocos pueden contar.

Esa situación fatal es aquella para la que muchos creen estar preparados, pero cuyo extremo, por suerte para ellos y sus familias, casi nunca tendrán que verificar.

Aquella SOLEDAD la sintió porque fue eso, una sensación; fue como si estuviera desnudo ante el mundo. Solo e indefenso. Nadie podía ayudarlo, era él y el mundo, pero el mundo tenía forma de bicho negro. Aquello no paró de envestirlo una y otra vez. Durante algún tiempo —eterno y rápido—, escasos segundos en realidad, no pudo hacer nada para defenderse. Seguía sintiéndose observado y desprotegido mientras el monstruo trataba de eliminarlo. Para ese compañero fue el peor momento de su vida. Todo ocurrió en muy poco tiempo, pero pasó de todo. No tuvo tiempo de pensar en nada, pero por su mente, como si de una pantalla de cine se tratara, pasaron infinitos capítulos de su vida.

Esa madrugada se topó con una bestia corneadora. Gracias a Dios y a varios factores más, ese policía sorteó las cornadas, si bien una de ellas le dejó huella en el alma, en la mente y en alguna parte de su anatomía. Esa noche cambió su vida. Vive, desde entonces, en una extraña línea: el antes y el después.

Esa noche trajo consigo, a ese compañero, un montón de datos e información relativa a la amistad, al compañerismo y a la profesionalidad. Claras conclusiones fueron obtenidas.

Durante meses ordenó y clasificó todo aquello que, a modo de “datos”, le iba llegando por diversas fuentes. El odio y la envidia no tienen límites en la especie humana. Aunque parezca mentira, algunos de los que se visten de policía, y que además cobran por ello, jalearon a la bestia que trató de quitar la vida a un compañero de la Policía. Hubo quien incluso lamentó que aquel policía hubiera sabido y podido capear a su homicida particular. Algunos de esos, quizá todos, jamás vieron al toro ni desde la barrera, tal vez por eso les resultó muy fácil sentirse más cercanos al bicho que al policía. Malditos.

Aquel compañero que durante tan breve espacio tiempo, pero a la vez tan eterno instante, se sintió abandonado, ha vuelto otra vez a la plaza. ¡Ah!, y cuidado, porque ha saltado al ruedo con el mismo ánimo y fuerza que aquella noche. Ahora sigue, como siempre, tratando de cumplir con la que para él es una misión sagrada, que pocos comprenden y respetan.

Lo más duro de todo lo descubierto y vivido, tras los primeros meses de recuperación física, no fue el dolor de las heridas y sus secuelas, tampoco fue el agotamiento de las jornadas de fisioterapia. No fue, ni tan siquiera, el recuerdo de la primera semana que permaneció alejado de su familia mientras permaneció hospitalizado. Lo más doloroso fue descubrir el olvido, el desprecio y la falta de respeto que mostraron algunos compañeros que, hasta aquella noche cualquiera de verano, parecían amigos. Como poco eran de los “buenos” y de ellos se esperaba algo. Un gesto al menos. Alguno de esos siempre se mostró cercano y había compartido años de servicio mano a mano, noche a noche y palo a palo, con el que ahora estaba medio muerto.

Todo es mentira. Jefes y políticos…todo mentira. Él, en el fondo, sabía quienes serían los que siempre iban a estar ahí. No se equivocó. Ellos estuvieron aquel día y los siguientes. La única verdad de todo es el olvido.

Ese olvido se presentó en forma de ausencia de llamadas, de nulas visitas y de desinterés por el estado de salud físico y mental. En definitiva, ausencia de respeto a un compañero del que había pruebas sobradas de que, llegado el caso, hubiera dado todo por ellos. Todo por todos. El policía tenía heridas en su cuerpo, pero también en su alma.
 
Él, a día de hoy, cree que existió desconfianza y recelo por parte de algunos de esos ausentes. Algunos de esos olvidadizos compañeros quizá pensaron que ese policía, al igual que ellos pudieron haber hecho en alguna ocasión, había obrado con trampas. Otros directamente así quisieron elucubrarlo, creerlo y difundirlo con maldad y con conocimiento y evidencias de todo lo contrario.

¿Mezcla de odio personal o ignorancia supina?, seguramente grandes dosis de ambos conceptos se conjugaron para dar pábulo negativo. Los que tendieron a pensar en sucias teorías, no recordaron que su olvidado y despreciado compañero siempre les recomendó no hacer trampas nunca. ¡Cree el ladrón que los demás son de su condición…! Cuando las cosas se hacen bien no requieren de remiendos.

¡Cómo pasa el tiempo!

Fueron pasando los días, los meses e incluso los años, y lejos de ver las cosas de otro color, el ambiente profesional que rodea a ese policía siguió tornándose cada vez más gris. Mentiras, odios y envidias, emanadas de las inseguridades que fluyen de las incapacidades de muchos, son los culpables de esas grises tonalidades. Creer en las mentiras, sobre todo si son escabrosas, es muy fácil para el ser humano, más aún lo es cuando se está dispuesto a creer en contra de un semejante.

Es más fácil destruir que construir y es más cómodo ser cobarde que valiente. Si ser honesto fuese fácil y cómodo…no habría tanto trepa, tanto despropósito y tanta falsedad.

Él...

viernes, 27 de abril de 2012

Poli malo "Vs". Poli bueno

Por: Ernesto Pérez Vera

Ya han pasado varios años de aquello, pero merece la pena volver la mirada al pasado. Hoy vamos a conocer y analizar que ocurrió el 22 de abril de 2005 en la plaza Les Glòries de Barcelona.

El autor del artículo entrenando
Serían sobre las 19,00 horas de la tarde de aquel día, cuando el servicio privado de seguridad del Centro Comercial Les Glòries (junto a la Diagonal) detectó actitudes sospechosas en dos clientes. Estas personas, ambos varones y jóvenes, estaban realizando compras casi compulsivas en diversos establecimientos de ropa. Hasta ahí todo normal, pero lo que no era normal era el modo de pago de todo aquello que adquirían: abonaban exclusivamente con billetes de 5 euros.

Ante la sospecha de que los sujetos estuviesen empleando dinero falso o procedente de otro ilícito, el jefe de seguridad del centro comercial efectuó un amplio seguimiento de las dos personas. Con el CCTV (Circuito Cerrado de Televisión) pudo seguir en todos sus movimientos a los compulsivos comparadores. Mientras tanto los Mossos de Escuadra (Cuerpo de Policía dependiente del Gobierno de la Generalitat) ya estaban alertados y en camino.

Personada en el lugar una unidad policial radio-patrulla de los Mossos, los agentes trataron de identificar a uno de los individuos sospechosos, diligencia que se efectuó en la vía pública y justo en el instante en el que esta persona abandonaba el establecimiento comercial. A los agentes de policía les acompañaban dos vigilantes de seguridad de la empresa SECURITAS (empresa que prestaba servicio en el centro comercial). Con la excusa de comprobar los tickets de compra, los vigilantes y policías querían llevar a lugar reservado al sospechoso, pero este no estaba por la labor de colaborar. Por el momento y tras leer lo hasta ahora expresado, no hay nada extraño que haga suponer que todo cambiará en segundos. Todos los policías que están ahora leyendo estas palabras han/hemos pasado, muchas veces, por actuaciones de este corte.
Pistola Tokarev  TT-30/33 (TT-Tula Tokarev)
Ninguno de los uniformados podía imaginar que estaban ante Ramón Rodríguez Schroter, un expolicía alemán de origen español y con 28 años de edad, que se encontraba en requisitoria policial internacional. A Schroter se le imputaban varios atracos a bancos en Alemania, en uno de los cuales perdió la vida una persona. El alemán comenzó un violento forcejeo con los agentes policiales y privados, tratando con ahínco de abandonar el lugar. En estas estaban todos —distancia propia de identificación, cacheo o propio forcejeo— cuando el expolicía extrajo, de una bolsa riñonera, una pistola Tokarev —de amplio y extendido uso en los antiguos países satélites de la URSS— de la saga TT-30/33 (calibre 7,62 m/m Tokarev). Todo quedó filmado por el CCTV del centro comercial.

En el instante en el que el delincuente iniciaba el “desenfunde” de su pistola, uno de los policías, percatado de ello, hizo lo propio: desenfundó su pistola HK-USP-C y encañonó a Schroter. Durante unos segundos fue un verdadero man to man”. Cada uno de ellos dirigía su arma hacia el otro, y todo a menos de 2 metros de distancia y rodeado de civiles, amén del restos de agentes.

Aquí puede verse fotograma a fotograma todo lo sucedido:   http://www.youtube.com/watch?v=McgAmsvKo0M&feature=player_embedded

Pistola HK-USP-C, una de las más usadas en España por las FYCS
Del análisis de las imágenes se pueden obtener multitud de datos, todos ellos dignos de ser tenidos en cuenta a la hora de hablar y planificar entrenamientos policiales de tiro. Se constata la presencia y evidencia de muchos factores y características presentes en casi todos los enfrentamientos policiales, en países civilizados.

En los fotogramas no se ve montar el arma, pero el policía antes de efectuar el primer disparo conminaba al alemán con su arma en disposición de fuego de “simple acción”. Pudo montar el arma sin que el CCTV lo captase (en el instante del desenfunde el policía está de espalda a la cámara). Puede que el agente portase el arma en condición de disparo en “doble acción”, y en el momento de desenfundar desplazara el martillo hacia atrás —yo lo consideraría un error por riesgo de descarga involuntaria—. También podría haberse efectuado el primer disparo antes de que el CCTV captara la imagen del martillo retrasado en la HK-USP-C del mosso. Tampoco Ramón Rodríguez Schroter es captado en el instante de manipular su Tokarev para alimentar la recámara, ¿iría ya preparada para abrir fuego…?

Veamos algunos puntos o cuestiones

Pese al cara a cara entre el policía y el atracador, el segundo no se amilana y dispara al agente sin causarle lesión alguna (no impacta en el funcionario). No obstante, Ramón Rodríguez pudo acabar —al menos disparar— con todos aquellos de los que trataba de deshacerse físicamente. Los vigilantes no portaban armas de fuego, pero sí los dos policías, sin embargo solamente un agente desenfunda su pistola. Por cierto, nada acertada la funda portada por el agente catalán, aún así pudo ser resolutivo. De haber querido hacerlo, el alemán pudo disparar a todos.
Un escolta privado entrenando 

Sin obligación legal de haber sido disparado previamente, el policía estaba legalmente amparado para efectuar sus disparos. La mera presencia de un arma de fuego hacia él dirigida y sobre todo la escasa distancia del encañonamiento, hacía jurídicamente viable el empleo del arma. Señores, no estamos obligados a soportar heridas propias o impropias para iniciar la defensa. Además en este caso concreto vemos la excesiva presencia de civiles en el entorno, personas ajenas a la intervención. Esto hacía aconsejable acabar rápidamente con la situación de riesgo inminente que Ramón estaba proporcionando. Por suerte todo finalizó bien para los “buenos”, pero todo hacía indicar que no sería así.   

Lean esta definición de legítima defensa y mediten sobre ella: El defensor debe elegir de entre varias clases de defensas posibles, aquella que cause el mínimo daño al agresor —naturalmente elegirá entre los medios disponibles en ese preciso instante, pero NO por ello tiene que aceptar la posibilidad de daños a su propiedad o lesiones en su propio cuerpo —no necesariamente debe haber sido herido para defenderse—, sino que ESTÁ LEGITIMADO para emplear, como medios defensivos, los medios objetivamente eficaces que permitan esperar, con seguridad, la eliminación del peligro medio que garantiza la eficacia”. (BGH GA 1956,49 y Roxin, C., Derecho Penal. Parte General…, T. 1, edit. Thomson Civitas, Madrid, 2003, p.628/9).

Aún habiéndose producido el enfrentamiento a no más de 2 metros de distancia, Ramón —el atracador alemán— erró su disparo. No así el mosso, que acertó en 4 ocasiones. Aún herido por 4 impactos de bala del 9 m/m Parabellum/Luger, el alemán no cayó al suelo. No fue neutralizada su hostil acción. Al menos un proyectil alcanzó el tórax, pero Ramón permaneció en pie con su arma en la mano. Algunos testigos entrevistados por la prensa estaban sorprendidos por esto. Conclusión: lo importante no es siempre el calibre empleado ni el tipo de proyectil, aunque determinados calibres y proyectiles son potencialmente más óptimos. Lo que de verdad tiene importancia es alcanzar determinados órganos internos del cuerpo. No solamente una zona concreta del cuerpo, sino el órgano adecuado que se ubique en aquella zona del cuerpo.

El autor del artículo
Tal era todavía la capacidad combativa del herido, que volvió a emplear su pistola una vez más. Fue la última vez: se suicidó. Viéndose acorralado y quizá sabiéndose herido, se disparó con la Tokarev en la sien derecha, abandonando el proyectil el cráneo por otro punto. El proyectil sobrepentró la cabeza y rebotó en una pared, si bien no fue posteriormente localizado. La sobrepenetración está presente en casi todos los enfrentamientos policiales, produciendo muchos de ellos lesiones a terceros. Estas se producen unas veces al alcanzar el proyectil cuerpos humanos y otras veces muebles y enseres urbanos o domésticos cotidianos. Pese a la idea de menor potencia del calibre 7,62x25 m/m Tokarev, se fabricaron montados con proyectiles de núcleo de acero —también FMJ convencional, pero los de acero eran usados como munición ordinaria en algunos países como Polonia—, lo cual proporciona cierta capacidad para perforar blindajes personales.

En el vídeo podemos observar como ninguno de los contrincantes del “hombre contra hombre” adoptaba posición alguna de tiro a dos manos (seguramente el tiro a dos manos era el más entrenado profesionalmente por ambos). Tanto el atracador alemán como el policía catalán empuñan y disparan sus armas con una mano. Tampoco es que empleen una técnica concreta o depurada de tiro a una mano, simplemente usan el instinto: ¡acaso a esas distancias hay necesidad y tiempo de hacer otra cosa…! Seguramente el policía no fue instruido nunca en el empleo del arma a una mano, pero llegado el día de la verdad…recurrió a ello. La fisiología manda.

La pérdida de habilidad motora fina/digital
puede provocar  dificultad para desenfundar
Cuando las cosas son así de crudas en los fotogramas del vídeo vemos que se ponen muy crudas el ser humano, aunque sea policía, sufre un brusco y automático cambio hormonal. En un escaso espacio de tiempo, de difícil cuantificación, el ser humano experimenta una serie de cambios tan bruscos, no controlados por él, que no podrá hacer aquello que normalmente realiza con suma facilidad. Por el contrario podría elevar el umbral del dolor e incluso no advertir la existencia de heridas. La pérdida de habilidades motoras finas y complejas se produce rápidamente. Esto implicará dificultad para coordinar movimientos físicos con coherencia y precisión. La capacidad cognitiva se ve seriamente alterada y la realización manual de manipulaciones digitales de precisión se convierte en algo complicado (desactivar seguros de armas o fundas, por ejemplo). Técnicas de tiro que emplean ambas manos, principalmente si son asimétricas, serían difícilmente adoptable. El cerebro, ante tal situación vital, no opera racionalmente sino automática y emocionalmente.

Por todo ello, una vez más hay que insistir en que la instrucción de los policías debe basarse en este tipo de cuestiones fisiológicas. Las técnicas de tiro deben ser sencillas y naturales, de fácil asimilación incluso por tiradores poco instruidos —la mayoría—. El tiro a una mano está presente en casi todos los enfrentamientos producidos a distancias cortas y muy cortas, pero no siempre se instruye y mentaliza al policía de ello. Aún así, policías no entrenados en técnicas de tiro a una mano, recurren a ella cuando la cosa se complica y la vida está en juego a cortas distancias. Si sabemos que esto es cierto, y lo sabemos porque lo vemos, ¡porqué no instruir en base a ello!
Ejercicio "force on force"

Este tipo de encuentros armados son muy habituales, y además del entrenar o en galería con armas reales y blancos/siluetas, la formación “force on force” puede ser ideal. Este tipo de entrenamiento se realiza con armas airsoft o con armas recamaradas para proyectar proyectiles marcadores de jaboncillo colorante o pintura. Es infinitamente más económico el entrenamiento airsoft.  En estos entrenamientos es donde se advierte la dificultad de reaccionar eficazmente a distancias extremas, cuando se está siendo también acometido gravemente.

Para terminar con la historia de Ramón Rodríguez Schroter y su paseo por Barcelona, decir que su compinche fue detenido y que en una taquilla del centro comercial guardaban también en un vehículo Mercedes una bolsa con más de 50.000 euros en billetes de 5 euros. El expolicía portaba hasta 6 documentos de identidad con su fotografía y varias filiaciones, siendo una de ellas la verdadera.