POLICÍA LOCAL DE TARIFA (Página no oficial)

domingo, 21 de agosto de 2011

LA LEY DEL MÍNIMO ESFUERZO: cantos de “sirena”…

"Un sufridor"

Año tras año, promoción tras promoción y plantilla tras plantilla, el juego es siempre el mismo: destruir al que demuestra que los demás no saben o no quieren. La historia se repite, y no siempre en la misma plantilla o unidad. Llega “un nuevo” con ganas de trabajar, y demostrando que sabe estar en el “ruedo”… y hay que destruir su imagen, para encubrir las miserias propias de esos detractores. Hablo del sector profesional que ocupa mi vida, el policial, pero la cosa se siente y huele en todos los órdenes de la vida, y demás oficios y profesiones.

Por desgracia, los primeros son minoría, y por contra son mayoría los cómodos y cobardes devaluadores: ¡pez grande se come al chico! La vida misma.

Volvió a ocurrir hace unos días con un amigo y compañero de la plantilla: detectó, gracias a su olfato e interés policial, un suculento y atractivo ilícito en el que “incar sus garras” de policía, pero le truncaron el servicio. No es la primera vez. Cuando este hombre ve lo que los demás ni tan siquiera conocen, y lo participa a los mandos y compañeros…estos sacan sus uñas y dicen: “Éste no para de meternos en marrones. Se cree que va a salvar al mundo y no deja de darnos trabajo a los demás.” Todos a una, cuando eso ocurre, empiezan a sacar “punta a todo”. Que si esto no está claro…Que si tal vez el chaval del pasamontañas y el Kalasnikov solo pretende dar una broma al cajero del banco…Que si queda media hora para acabar el turno. Cantos de sirena. ¡La cuestión es tirar balones fuera!

No hay mejor forma, se esté donde se esté dentro del sector y de la geografía, que minar la imagen pública y profesional de ese que quiere hacer lo que debe, y que coincide, casualmente, con hacer lo que los demás no quieren. Es así de claro, de duro y de tristemente cierto. Cuanto antes se ensucien las actuaciones de fulano, antes perderá apoyos y antes se lo “crujirán” y lo quitarán de en medio. Si se consigue el propósito… ¡a vivir otra vez de la renta y sin incordiantes compañeros que quieren hacer lo que deben! Con estas actitudes unos ganarán estatus, otros lo mantendrán y otros, los que de verdad se implican, lo perderán.

Como ya dijo otro, en un artículo de similar línea: están los que van al trabajo y los que van a trabajar. Ah, y entiéndase por trabajar el producir, no el estar sentado viendo pasar el tiempo. La diferencia es grande. Esos que van a trabajar son los que creen en lo que hacen, y los que hacen aquello en lo que creen. Estos producen, estos son los que detienen cuando tienen que hacerlo, porque saben cuando deben y pueden hacerlo. Son los que investigan e indagan para detectar la presencia de indeseables vendedores de drogas, o portadores de armas. Son aquellos a los que la mayoría, aunque no se admita en público, tratará siempre de poner trabas y en entredicho. Estos, que debería recibir elogios, felicitaciones y apoyos jerárquicos, serán los “bolos” en el juego del derribo. Son chinas en el zapato de muchos…

Entre los que van a derribar al compañero comprometido y competente están, casi siempre, mandos intermedios y hasta superiores. En ocasiones hasta algún político mete su zarpa en la movida: los políticos tienen, casi siempre, algún favor que pagar a los lanzadores de las derribadoras bolas…

Estos de los que venimos hablando, los competentes, son esos de los que se suele decir: acabará mal, se mete donde no le llaman. Si perseguir a infractores administrativos y penales es meterse donde no se debe, ¡pues sí, lo hacen! Los que tanto se llenan la boca de frases de barrido suelen olvidar —quizás desconozcan— que el no perseguir delitos, o promover su persecución, es un grave delito que solo nosotros, los policías, podemos cometer, amén de otro tipo de profesionales.
¿Pero que subyace detrás de todo esto? ¿Por qué tanto esfuerzo en menoscabar la imagen pública y profesional del que está comprometido? Son muchas las posibles respuestas, pero huele a que existen demasiados policías VACAcionales, y no tantos POLICÍAS VOCAcionales. La falta de formación, al margen de lo anterior —está muy relacionado— es parte del problema. Claro ejemplo: muchos policías no conocen el nombre correcto del tipo penal más habitual en el que suelen intervenir, pero sabrán siempre donde tomar café gratis, dentro de la demarcación, y donde está la más suculenta de las camarer@s…

Por más que algunos luchemos contra el vilipendiador sistema, todo seguirá así: esto es algo inherente al propio ser humano. Cuando el factor humano entra en juego, en cualquier campo, el factor profesional queda aparcado. Eso sí, mientras algunos crean en lo que hacen y representan, y mientras estos quieran aquello que hacen, y no hagan lo que quieran…algo de color relucirá por encima del mediocre gris que rodea el asunto.■

2 comentarios:

  1. (Parte Una)
    He leído atentamente tus escritos, este y el anterior (no sé si has publicado alguno más), y entiendo que te refieres a un determinado cuerpo de policía local.

    Siempre he pensado que las generalizaciones no solo son odiosas, sino que son tremendamente injustas y una forma de generalizar es clasificar a todo un colectivo (más bien a toda una profesión o gremio) en “buenos” y “malos”, o en policías vocacionales y policías vacacionales. Este tipo de esquemas maniqueistas responde a una simplificación absurda. Las cosas no son, ni mucho menos, tan sencillas, compañero Sufridor. Yo no soy vocacional(tampoco creo ser vacacional), pero trato de hacer mi trabajo diariamente lo mejor que puedo.

    En todos los colectivos, sean del ámbito profesional que sean, existen los que no hacen lo que deben, los que rehúyen de su responsabilidad, los que dicen no de forma sistemática, los que hacen dejación de sus obligaciones, los que tiran balones fuera, los que tratan de concluir su jornada laboral sin haber dado ni un solo palo al agua, los no preparados, los esputadores, los que no saben y los que no quieren saber, etc. Estos pululan en todos los colectivos, pero por fortuna son minoría y si en algún colectivo este tipo de fauna ha florecido significaría que algo marcha mal, que ese colectivo es enfermizo y que necesita ser regenerado.

    También hay una minoría, afortunadamente, que creen haber inventado, o al menos descubierto, esto de la policía. Cuando lo cierto es que este invento, el de policía local, ya viene de los romanos, y a lo largo de la historia se han ensayado miles de propuestas en todos los sentidos imaginables (no sé si será por ello que cuando nos ponemos el uniforme decimos “nos vestimos de romanos”,… todo pudiera ser).

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  2. (Parte Dos)
    A veces (en la mayoría de nuevas promociones tenemos el placer y la oportunidad de contar con alguno/s de estos elementos) llega un “nuevo” con ganas de trabajar y queriendo demostrar que son los únicos que saben trabajar, seguramente sea porque han tenido una “mejor” formación previa a su ingreso (ahora se exige bachiller y eso, claro, mola un montón), cuentan, en muchos casos, con estudios universitarios, pasan una “rigurosa selección” y luego disfrutan de un extenso programa de formación en la escuela de seguridad. Hace solo unos años el ingreso era mucho menos exigente. Te podría contar algunas historias de este tipo que he tenido que vivir en los treinta años que llevo en este negocio que te dejarían sin respiración, pero solo te voy a contar una: Hace ya algunos años, uno de esos “adalides” de la “nueva policía local” (un novato, vamos) en su primer servicio fuera de lo “rutinario” acudió a la inspección a comparecer para dar cuenta de un servicio. Era su segundo, tercero o cuarto día de servicio después de conseguir su flamante placa de policía. El chico se mostró muy educado, se presentó, se puso a nuestra disposición para todo lo que necesitáramos y a continuación nos informó pormenorizadamente y muy amablemente, de qué era lo que nosotros, pobres mortales sin formación, teníamos que hacer. Nos fue desgranando su sabiduría y formación policial con un alarde de normas, artículos, protocolos y procedimientos, que realmente nos dejaron la cara a cuadros y la boca abierta. Al principio creímos que se trataba del típico cachondo que para distender el encuentro había optado por gastarnos una broma de recluta (aunque creo recordar que en la mili el objetivo de las bromas era el recluta y no el veterano). Pero parecía que no, que el chico hablaba totalmente en serio, no se trataba de una broma, simplemente había tenido la deferencia de explicarnos a mi compañero y a mi cuáles eran nuestras obligaciones profesionales. Eso sí, su perorata concluyó con una disculpa y un “compañeros, que todo esto os lo digo para que no se nos pase nada, que esto es importante…”. Claro, el chaval no había dado ni una, no sólo había confundido normas, protocolos y procedimientos, sino que todo lo que dijo no era más que una ensalada, sin lechuga, sin aceite y sin sal. En un primer momento no sabíamos si debíamos sacarle del error y provocarle, posiblemente, un trauma o si debíamos dejarle procesando normas y artículos en un bucle sin fin. Optamos por lo primero, pese a los riesgos psíquicos. Lo cierto es que esta primera experiencia no solo no le traumatizó, sino que consolidó aún más sus ideas sobre su magnífica formación y sobre nuestra deficiente preparación para atender la realidad delictual actual.

    Esto de internet tiene algo de mágico, dado que nos da voz, nos permite que cientos de personas, o miles, o millones (si tenemos esa suerte) lean lo que escribimos y conozcan lo que pensamos. Es un medio abierto. Quizás por ello deberíamos ser muy cuidadosos con lo que escribimos y con lo que opinamos, ya que el efecto conseguido podría ser el contrario al perseguido. Y puede ocurrir que queriendo poner en evidencia a los “malos” que nos acompañan, pongamos en tela de juicio a todos los que, de una u otra forma, vivimos de esto, y eso, con el ambiente tan propicio que suele acompañarnos a los policías locales, tanto en la opinión pública como en los medios de comunicación, flaco favor puede llegar a hacernos.

    Un abrazo.

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