POLICÍA LOCAL DE TARIFA (Página no oficial)

sábado, 24 de julio de 2010

UN MAL EN “ALZA”: LA DROGA AFECTA A LA SOCIEDAD Y A TODOS SUS SECTORES PROFESIONALES, a todos…

Por: Don Rodrigo

Una Profesión Vocacional, No Vacacional
Hay profesiones que solo deberían poder ejercerse si quienes las llevan acabo poseen altas dosis de vocación. Llevar a término lo anterior es arto complicado. Detectar y acreditar la vocación en grupos de aspirantes a un concreto puesto profesional, debe ser difícil. Sin embargo, creo que es fácil descubrir, en periodos selectivos, a quienes no posee la mínima dosis vocación.

A determinadas profesiones se les debe exigir, desde todos los sectores y ámbitos, altas dosis de compromiso y de vocación, y además, de modo real, no de modo superfluo. Personalmente, creo que la acreditación de capacidad profesional que se evalúa, únicamente, mediante la presentación de diplomas y certificados, no suele decir nada, pero como digo, es mi personal opinión, la cual se basa en cercanas experiencias personales.

Muchos, en todos los ámbitos profesionales, una vez alcanzada la plaza, generalmente de funcionario, son asignados a determinados puestos o destinos por el mero hecho de tener concedido un diploma que, en muchos casos, acredita la asistencia o superación de unos mínimos conocimientos en una materia específica determinada.

Una de esas profesiones a las que vengo aludiendo es la de Policía. La profesión de Policía es más que una profesión, mejor dicho, debería ser algo más que una profesión. Ser Policía, es como ser médico o bombero, es una de esas pocas, como dije antes, actividades profesionales a las que se debería exigir buenas dosis de vocación. Una profesión de la cual puede depender la vida o la libertad de una persona –derechos fundamentales y básicos-, no debería ser ocupada por personas que solo pretenden obtener un trabajo fijo, -casi siempre de por vida, o hasta la edad del jubileo- Para algunos Policías -los menos- ésta profesión es una forma de vida; es una filosofía de vida. Muchos “trabajan” de policía, otros son Policías.

Ser Policía es algo grande para mí. Es la más grande de las profesiones, siguiéndole, de cerca, las otras profesiones antes referidas. Un Policía debe ser capaz de todo lo bueno que tienen las profesiones de sanitario y contra incendios. Por ello, al agente policial se le exige que ayude a salvar una vida -son los primeros en llegar a incendios, agresiones o accidentes- a veces, incluso más que a salvar la vida, a traerla. Son muchos los casos conocidos de agentes de seguridad que han participado en urgentes partos, improvisando, para ello, quirófanos en portales, coches patrullas o autobuses. Por cierto, el año pasado, un amigo de la Guardia Civil, protagonizó uno de esos casos, fue en la localidad sevillana de San José de la Rinconada. Por tan noble y eficaz servicio ciudadano, ha sido condecorado. Enhorabuena amigo.

También, al Policía se le exige que arriesgue su vida ante las llamas de un incendio, incendio al que por cierto, suelen llegar los policías antes que los bomberos. Tampoco son escasos los actos heroicos conocidos en ese sentido y otros similares.

Creo, por todo ello, que ser Policía es algo grandioso, pues además de hacer todo lo que antes, tan sucintamente, he plasmado, tendrán que arriesgar sus vidas ante personas que tienen por “profesión” o afición, la de “quitar vidas”. Al hilo de esto último, quiero recordar a Miguel Márquez Liñán, un linense al cual, en abril de 2009, un menor de edad le quitó la vida con una mortal puñalada. A Miguel, durante cerca de 10 minutos, agentes policiales llegados al lugar de suceso, lo mantuvieron con vida, si bien, finalmente y ya en un centro sanitario, falleció.

Los Policías se tienen que enfrentar todos los días a las situaciones más insospechadas. Para poder hacer frente a las situaciones que antes comentaba, se requiere del funcionario de Policía, una total y positiva disposición y compromiso para con la sociedad y la institución policial. Esa actitud debe ser advertida por la ciudadanía, por ello, el Policía, debe ser visto como ejemplo de encomiables virtudes humanas y ciudadanas.

Falta de Compromiso y de Entrega
Lo anteriormente manifestado no es posible alcanzarse si los policías no están convencidos de lo que representan, o sea, la Ley. No en vano, y en el ejercicio de sus funciones, son considerados Agentes de la Autoridad. La Autoridad a la que hace referencia esa cualidad de Agente, es la Judicial, que en definitiva es la que hace cumplir LA LEY. El policía debe de creer, firmemente, en lo que hace, o al menos en lo que debe hacer. Debe ser coherente con lo que representa.
Para cumplir legal y eficazmente con el Ordenamiento Jurídico, -conjunto de normas jurídicas establecidas y vigentes- no solo se precisa del funcionario policial un buen conocimiento de las normas penales y administrativas de uso policial frecuente. El Policía también tendrá que ser ética y moralmente intachable, siendo fiel cumplidor de la LEY, tanto cuando está investido del carácter de Agente de la Autoridad, antes referido, como cuando se haya “investido” del carácter general de PARTICULAR o ciudadano.

Hasta aquí, todo parece lógico y normal, creyendo todo el mundo, -incluso la mayoría de funcionarios policiales- que así es como funcionan o están conformadas las diversas instituciones policiales del país. La verdad es otra. Por mi experiencia personal, así lamento tener que decirlo.

Son cada día más las promociones policiales, -da igual el Cuerpo del que hablemos- que ponen en circulación, a cientos, cuando no a miles, de policías. De estos miles de funcionarios, cada vez son menos los que creen en lo que hacen, o en lo que van a hacer una vez acabado el periodo académico. Menor aún es el compromiso con la actividad y comunidad policial y con la entrega profesional, tomando el trabajo y las horas del mismo, como un mero espacio de tiempo donde esperar a pasar el rato hasta acabar la jornada para marchar a casa o de fiesta.

Hoy salen a la calle “hornadas” de policías con la mentalidad del “funcionario”, y no con la mentalidad del Policía. Cuando me refiero a la mentalidad de funcionario, hago uso, si se me permite, de la acepción peyorativa que muchos utilizan de esa expresión. Como antes ya decía, hay mucho policía vAcacional y NO vOcacional.

Algunos, muy pocos, pueden decir aquello que León Tolstoi dijo: “…NO HAY QUE HACER SIEMRPE LO QUE SE QUIERE, SINO QUERER LO QUE SIEMPRE SE HACE...”. Ojalá más funcionarios policiales pudieran decir eso. No puedo negar que conozco a un buen “puñado” de buenos y comprometidos Policías, pero un “puñado” es poco. Un puñado es nada.

De todos modos, pocos serán los que admitan que son funcionarios policiales con el único, y bastardo, fin de ser funcionarios de por vida. Por el contrario, estos que así sienten, y en consecuencia actúan, lejos de admitir tan ruin fin, dirán que son orgullosos y comprometidos Policías. Ninguno, o muy pocos, admitirá que es acreedor del mérito y respeto que implícitamente conlleva esta profesión. Así pues, mienten y engañan en su entorno. La mejor prueba de lo anterior es, o son, el conjunto de sus propios actos diarios, los cuales son evidentes delatores de la nula implicación y compromiso. (en la imagen: el Comisario del CNP D. Jesús Gómez Palacios. Mientras realizaba compras con su familia, sin estar de servicio, se enfrentó a un atracador armado. D. Jesús recibió un disparo y abatió al atracador. Eso es compromiso. Fue condecorado)

La crisis que en estos momentos -año 2010- está afectando al mundo, y quizás a España de un modo muy especial, es una crisis económica, de eso no hay duda; pero yo digo, y no lo digo hoy, sino que lo vengo diciendo desde hace años: la crisis en España es integral. Existe, en nuestra sociedad, una crisis moral, ética, de valores generales y de principios humanos y sociales. Para ver que esto es así, solo hay que salir un sábado a dar un paseo por las calles céntricas de nuestras ciudades. Lloraremos de pena y quizás de miedo, también de vergüenza.

La juventud está como la sociedad, esto es: deteriorada, perdida y carente de principios y valores. La culpa es de todos. Todos somos parte de la sociedad, y ésta es la primera responsable de la caída al “vacío”. Los políticos, de la mano de la sociedad, son directamente responsables. Ellos son los “pastores del rebaño”, los que imponen las normas jurídicas establecidas en la sociedad, y con ello van alterando las normas y principios sociales. Ahí radica el problema.

La Sociedad Transfiere sus “Malos Olores”
Nuestros políticos han perdido “la polar”, solo siguen un rumbo: el de lo votos. Si para conseguir un puñado más de “peces para su cubo”, tienen que dejar vacías sus palabras y propuestas… ¡a por los votos y a buscar otro cubo! a ver si se llena de más peces -votos-

Ese deterioro social, y esa carencia de coherencia, es detectado por la juventud, la cual, por naturaleza, está ávida de experiencias. Los jóvenes aprovechan las experiencias que la sociedad les sirve y éstas, las experiencias, en su mayor parte les llegan del modo más fácil de ser aprovechadas: vacías y cómodas, o sea, fáciles de conseguir.

De esa juventud se nutren todos los sectores profesionales del país; esos jóvenes son los que, en el futuro, venderán pan, arreglarán carreteras, repartirán el correo postal, conducirán ambulancias, serán médicos, bomberos o Policías. También, y como ha sido siempre, -nada es nuevo, solo que ahora, en tiempos de crisis, se masifican y exteriorizan aún más las negatividades- de esa juventud, saldrán los malhechores, los delincuentes violadores, traficantes de drogas o simplemente los consumidores de ellas. En fin, en la juventud están los futuros “tiradores” del país, tanto los que tiran para “arriba” como los que tiran “para abajo”

Tanto se ha degradado la sociedad que hemos venializado acciones que además de ser antijurídicas, son insanas, por ejemplo: el consumo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes. No es nuevo, y hoy, como antes, gran parte de la sociedad -muchos de sus integrantes lo dicen sin esconderse- cree que el consumo de drogas es algo moderno, progre y hasta positivo para la integración en determinados círculos profesionales y sociales. Miserable y desgraciado es quien eso piensa. Basura.

Incluso a determinados niveles, y en ciertos círculos políticos, se piensa igual, si bien no se admite o manifiesta en “abierto”, quizás por el descrédito y desavío político que puede acarrear ante sectores sociales comprometidos con las tesis contrarias. Créanme, muchas veces, solo es por eso.

Desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se lucha contra la lacra de la droga. Se combate este problema desde distintos ámbitos o estadios policiales. Unos lo hacen contra redes de narcotráfico de índole internacional, otros lo hacen contra los traficantes de su demarcación policial, y otros, cuando no todos, combaten el problema desde su base, esto es, reprimiendo el consumo de la sustancias estupefacciones prohibidas -siempre que se consuman en vías, lugares, transportes o establecimientos públicos-

Para este humilde autor, el problema de la droga es el fundamental problema legal y social del país. A ver, me explico: desde el punto de vista policial, la droga es una constante que está presente en la inmensa mayoría de delitos que combaten las Fuerzas y Cuerpo de Seguridad.

Los delitos más comunes, o “de diario”, en los que un agente policial de Seguridad Ciudadana debe intervenir, son los que más directamente le afectan al ciudadano medio. Como ejemplo de lo anterior: Hurtos -bien en su modalidad de delito, o de falta- Robos con Fuerza y el resto de sus modalidades -con violencia y/o intimidación- Delitos Contra La Seguridad Vial -provoca más fallecimientos, al año, que los propios atentado terroristas. Delitos de Violencia en el Ámbito Familiar; Delitos de Homicidios, etc.…

Todos los tipos penales, anteriormente relacionados, afectan directamente al ciudadano, o sea, el integrante base, y especie más común, de la sociedad. En todas esas infracciones penales están presentes, en mayor o menor grado, las drogas. La inmensa mayoría de robos cometidos en España son cometidos por adictos a las drogas, principalmente a la heroína y a la cocaína. Casi no existe el Robo Famélico -sustracción de alimentos para comer- Estos adictos, llamados vulgarmente “yonkis”, son casi siempre los protagonistas de los muy frecuentes robos en el interior de vehículos, tirones, y “sirlas”. Se le llama sirla, en el argot policial, al clásico robo a punta de navaja en una esquina o vía pública; en fin, lo que técnicamente es un robo con intimidación, también llamado atraco.

Del botín o fruto del delito, estos consumidores y adictos obtienen objetos que venden para poder adquirir posteriormente, con el dinero de la venta, su dosis de droga. En otras ocasiones, y según la zona del país o el botín concreto del robo, éste es usado como trueque directo por la sustancia estupefaciente prohibida objeto del consumo.

En los Delitos Contra la Seguridad Vial tampoco se escapa la sospecha de la droga, no en vano, entre otras modalidades de este delito está la de conducir vehículos a motor bajo las influencias de bebidas alcohólicas o de sustancias estupefacientes. No obstante, la detección policial de ingesta de estas sustancias, por parte de conductores, es algo complicada en España. Son muy escasas las unidades policiales que disponen de medios de detección homologados para drogas. Para la detección de ingesta de bebidas alcohólicas no hay problemas, todas las unidades policiales, con competencia directa en la persecución de esta infracción, poseen medios bastantes para tal fin. Por cierto, la ingesta de alcohol por parte de conductores de vehículos a motor, y de ciclomotores, puede también ser perseguida en la vía administrativa. En este caso, incluso si el conductor maneja un vehículo de tracción animal.

En nuestro país, son cientos, y quizás miles, las personas que cada semana son detenidas y/o imputadas por conducir bajo la influencia de bebidas alcohólicas, especialmente los fines de semana en horas nocturnas. Pues bien, no se llamen a engaño, muchos, pero que muchos de esos conductores beodos, no solo son consumidores de “agua de fuego”, también suelen ser consumidores de drogas prohibidas, especialmente cocaína, heroína, hachís, marihuana y otras de tipo sintético.

Droga aquí; droga allá…
No crean que solo los jóvenes son los que consumen drogas los fines de semana, no que va, ¡ojalá solo fueran ellos! Además, ¡ojalá solo se consumieran durante los fines de semanas! El consumo de estas sustancias está extendido en un amplio abanico de edades, así como de profesiones y estatus sociales. La droga no tiene fronteras de ningún tipo.

Lamentablemente y con vergüenza, debo dar un “repaso” sobre los agentes policiales que consumen sustancias estupefacientes. Cada día son más. Las circunstancias hacen imposible obtener datos certeros de este extremo. Esto es algo que pocos admiten en público, si bien algunos desvergonzados presumen de ello. De todos modos, para mí es tan indeseable el agente que admite ser consumidor, como aquel que no lo admite, pero la consume “furtivamente” fuera de las vistas de terceros.

Este es un tema peliagudo del que nadie quiere hablar, y menos, en “abierto”. Ni mandos policiales, ni políticos ni las administraciones hablan del tema, además, mejor será. Por culpa de unos pocos, -en cualquier caso, demasiados- el sistema se caería en “picado”. No por ocultar el problema vamos a evitarlo o exterminarlo, y pueden creerme: es un problema en alza.

Por desgracia, en la sociedad actual demasiadas veces se premia, NO al que ES, sino al que PARECE que ES. Este injusto principio se ha transferido a todos los segmentos sociales, y por ende, a las propias instituciones policiales, donde, a menudo, vemos como se premia a los que PARECEN buenos Policías, en vez de a los que SON realmente eficaces, buenos y honrados Policías. Seguro que ustedes conocen ejemplos de esto, ¿verdad? Algunos de esos que solo parecen “buenos”, copan los puestos clave.

Doble Moral
En el seno de las propias instituciones policiales se viene venializando el consumo de drogas. Vemos, con demasiada frecuencia, como agentes de Policía -no necesariamente consumidores- obvian infracciones de consumo de drogas o la tenencia de pequeñas cantidades de ella. Por cierto, y por si alguno no es conocedor de ello, o lo ha olvidado: en España, el consumo o tenencia de sustancias estupefacientes o psicotrópicas, está prohibido incluso cuando la tenencia sea en cantidad mínima para consumo propio. La infracción de esta norma se persigue en la vía administrativa, siendo la principal sanción a imponer la de tipo económico. Naturalmente, esa tenencia solo es ilícita si se detecta en vías, lugares, transportes o establecimientos públicos. Cuando la gente habla de que en nuestro país se despenalizó el consumo de drogas y la tenencia para consumo, tiene razón. Despenalizar es no perseguir en vía penal, por ello solo se persigue, como recuerdo arriba, en la vía administrativa.

Tan desmesuradamente se está extendiendo el consumo de toda clase de drogas, que ha afectado incluso a la Comunidad Policial -me reitero, pero ahora me explayo-. Está tan extendido el consumo de drogas en la sociedad, que en muchos casos ha provocado desidia y desgana en los perseguidores de la infracción. El Policía, muchas veces, cree que la guerra está perdida, y cae en la desidia. En otros casos, más tristes y preocupantes, son los mismos funcionarios encargados de velar por el orden y la Ley los que las consumen. Unos cuando las descubren en su labor profesional diaria, pero otros llegan al cuerpo policial con esos malos hábitos; cosa está última muy fácil de entenderse, pues el joven opositor a Policía proviene de esa “general sociedad” de la que hemos hablado al inicio.

Afortunadamente, y aún existiendo cada vez más agentes consumidores de sustancias prohibidas, la inmensa mayoría, NO las consumen.

En ocasiones he hablado de estos temas con otros Policías, unos eran consumidores, si bien, ante mi, jamás lo han reconocido. Otros policías eran serios, honrados y honestos Policías que solo opinaban al respecto. De mis conversaciones con todos ellos, he llegado a sacar conclusiones muy preocupantes. Así pues, los agentes que consumen estas sustancias “a escondidas” , defienden su derecho a hacer en su tiempo libre todo aquello que quieran, máxime, si además no es delito -en este caso, no lo es, pues el consumo de drogas solo es infracción administrativa y eso, además, siempre que se haga en lugares o espacios públicos-

La opinión de muchos compañeros NO consumidores, es variada. Muchos de ellos creen que siempre que no les afecte a ellos, en sus horas de trabajo…: que cada cual haga lo que quiera. Otros no están conformes con la opinión antes reflejada, y por ello se pronuncian contra el mal hábito del porrito en manos de un Policía, pero se pronuncian con “la boca chica”, y no en público, pues saben que la cosa está más extendida de lo admisible y visible. Con un pronunciamiento beligerante y díscolo, pueden “sobrevenir” consecuencias negativas.

Otros, los menos, se muestran en contra de todo contacto ilícito en la mano de un Policía, manifestándose en ese sentido en cada oportunidad que se le presenta, si bien, esto, solo repercute negativamente en aquel que “navega contra corriente”. Estos agentes, abiertamente díscolos suelen ser desacreditados con malas artes e invenciones. ¡Que difícil es nadar contra corriente! Nunca fue fácil. Lo que sí debe resultar fácil es sumarse a la mayoría, a los que pueden hacer daño. Esto es cobarde pero cómodo, ¡por qué hacer lo difícil!

Aquellos que defienden la teoría de que el Policía debe y puede hacer lo que quiera cuando NO esté de servicio, -con respecto al consumo de drogas- opinan lo que ya dijimos antes: que NO es delito y por tanto, en sus casas pueden, legalmente, consumirlas.

Pues bien, es cierto. En un domicilio es lícito el consumo, no podemos decir lo contrario. Pero yo, voy más allá. Atentos. Un ciudadano cualquiera, o sea, un particular que tenga cualquier profesión, que no sea la de funcionario policial, -y otros funcionarios con la especial obligación de perseguir delitos o promover su persecución-, podrá perfectamente consumir, voluntariamente, drogas en su casa o en la casa de un tercero, hasta ahí, todo legal, todo correcto. Pero si el Policía consume drogas en su casa, y estando franco de servicio, digo yo: ¿De donde sacó la sustancia objeto de su consumo? ¿La compró…? ¿La recibió como dadiva…? ¿La encontró en la vía pública…? ¿No la entregó junto a un acta de aprehensión cuando la encontró en un cacheo…? Hay más posibilidades.

Desde mi punto de vista, cualquier de las posibles respuestas a esas preguntas, involucraría al Policía consumidor en un delito, en el mejor de los casos, en una falta penal.

Veamos. Si el funcionario la compró, cometió, como poco, un presunto Delito de Omisión del Deber de Perseguir Delitos o de Promover su Persecución (art. 450 C.P.), toda vez que, como Policía, al saber de la existencia de un vendedor y este mismo proponer una venta de drogas al agente, éste debió detenerlo. Recordemos que cuando un agente policial, aún estando fuera de servicio e incluso fuera de su demarcación policial, detecta la existencia un acto con caracteres de delito, debe, y digo DEBE: intervenir del modo más eficaz y seguro. Un particular PODRÁ, o sea, tendrá derecho a ello, pero el Policía, está OBLIGADO y tiene obligación de hacerlo.

Ante la respuesta a otra de las preguntas, igual. Si la droga la recibe como regalo, debe proceder del mismo modo que si existiera transacción económica de por medio. La dación de droga es delito Contra la Salud Pública (art. 368 C.P.), toda vez que promueve, favorece o facilita el consumo de esas sustancias. No quiero ya pensar si esa sustancia, aún en cantidad mínima para consumo, se recibe como cambio de algún acto o propósito del agente policial; si acaso, la compra de la voluntad en su condición de Agente de la Autoridad. En ese caso quizás estaríamos, muy posiblemente también, ante Delito de Cohecho.

Si el agente se quedara para sí la sustancia intervenida con ocasión del desempeño de su cargo, podríamos encontrarnos ante un posible Delito de Infidelidad en la Custodia de Documento (art. 413 C.P.), quien sabe si también ante un Delito Contra la Administración de Justicia: por ocultar pruebas de un ilícito. Esa ocultación podría derivar en dos motivos: el consumo por el propio agente o la “devolución” de la sustancia a los circuitos de venta.

Quizás, si la droga hubiera sido hallada de modo casual en la calle o en cualquier otro lugar, podríamos estar ante una infracción penal Delito o Falta. Según sea valorada, la droga hallada, en más de 400 euros o en menos de esa cantidad, podría determinarse si se está ante un Delito o Falta de Apropiación Indebida (artículos 252 y 623,4 C.P.) El que encuentra algo que no le pertenece y NO lo entrega a la autoridad, y se lo queda para sí, comete el tipo penal antes descrito. Algunas sentencias lo vienen denominando como Hurto de Hallazgo. Por cierto, si la cantidad de droga hallada y “quedada” para sí, tuviera un valor de 400 euros, la cosa, además, nos podría llevar a otro Delito Contra la Salud Pública. 400 euros de droga, sean de la sustancia que sea, indican un peso o cantidad que, a juicio de cualquiera, no está destinada al autoconsumo, sino al tráfico. Esto mismo podría pasar si el precio fuera de menos de 400 euros, pero la cantidad de droga fuera mayor a la que el sentido común indica como de consumo propio.

Concluyendo

Para acabar, creo que nadie en su sano juicio puede afirmar que las drogas, legales o ilegales, son beneficiosas para el ser humano -excepto las legales que son prescritas y administradas médicamente- Tampoco a la sociedad le aportan nada positivo, pues muchos de sus males llegan de la mano de la droga, en unos casos por la vía del consumo, y en otros casos por la vía delictiva del tráfico o mercadeo de esas sustancias. Además, las necesidades psicofísicas de quienes son adictos a las drogas, a veces, obligan a cometer todo tipo de ilícitos penales para alcanzar la consecución de la ansiada sustancia. Muchos son los delitos que se comenten en “nombre de la droga”

El más típico delito cometido, con el fin de conseguir dinero para adquirir drogas, es el robo. Muchos incluso se escudan en sus insanos hábitos para justificar actos delictivos violentos, o buscar beneficios jurídicos tras una imputación judicial. Ahora, a bote pronto, se me viene a la mente el triste caso del asesinato -cercano en el tiempo- de la sevillana, menor de edad, Marta del Castillo, la cual ha desaparecido tras perpetrase su homicidio. Los homicidas imputados han alegado que estaban bajo los efectos de diversas sustancias estupefacientes en el momento en que quitaron la vida a la interfecta.

Algo que es usado mil y una veces como “instrumento” para cometer delitos, y cuya propia existencia es ilícita, nunca jamás puede aportar nada beneficioso. Los que tienen la especial obligación de perseguir el delito, nunca jamás deben desfallecer en el intento.

Rematando el tema de agentes policiales que pudieran consumir drogas, decir lo último: en todos los reglamentos de régimen interno de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se establecen infracciones administrativas disciplinarias, y el consumo de sustancias estupefacientes de modo habitual, fuera o dentro del servicio, constituye infracción grave o muy grave, -dependiendo de si se está o no de servicio cuando se consume-. Tal infracción tiene señalada la correspondiente sanción interna, en muchos casos, cercana a lo más duro: la separación total del servicio.

Abogo por que sean activados los mecanismos jurídicos necesarios para permitir a la Administración el control de la posible ingesta de sustancias prohibidas por parte de los funcionarios policiales. Hasta el momento, no existe posibilidad legal de someter a un funcionario a un control de este tipo.

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