Hace unos días, en el blog de un amigo, leí un artículo sobre los héroes policiales. En el texto se exponía el significad de la palabra héroe según la Real Academia de la Lengua Española, y seguidamente se exponían casos reales de agentes de seguridad, de todo el mundo, que, a criterio de mi amigo y sus lectores, merecían el apelativo de héroes. Muy resumidamente, un héroe es una persona que realiza una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor o pericia.
Es precisamente esa definición, a groso modo, la que se refleja en todos los reglamentos y normativas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y de las Fuerzas Armadas, para la concesión de medallas al mérito policial o militar. Pero hay más, al existir un amplio catálogo de condecoraciones y premios de reconocimiento a la labor profesional, también se pueden otorgar premios de más prestigio, exigiéndose para su concesión, casi siempre, un riesgo propio en el acto que produjo la acción meritoria de reconocimiento.
Al hablar con profesionales de todos los estamentos en los que se imponen condecoraciones, -casi todos cuerpos armados y uniformados- siempre se oye la misma queja: se dan demasiadas medallas a quienes no participaron directamente en la acción que dio origen a la concesión; a veces se concede a quien nunca tuvo conocimiento de tal operación. Este es un mal extendido y en auge. Pocas condecoraciones se conceden con la opinión mayoritaria de la justa concesión, y cuando es así…a la par se entregan otras vergonzosas que se suelen esconder y justificar tras la merecida. Estas puede minusvalorar a la primera.
Hoy, un veterano compañero de otro cuerpo me ha expuesto su experiencia con las medallas, la sociedad, el Cuerpo y los avatares políticos, sindicales e internos de su institución. Este amigo ingresó en el Cuerpo de Policía Nacional cuando este acababa de nacer tras la desaparición de la Policía Armada. ¡Ya ha llovido! Pues bien, Moreno me cuenta que al ingresar en el Cuerpo, -es su impresión- se otorgaban felicitaciones públicas y condecoraciones por servicios destacados y se hacía con bastante justicia. Conoce el caso cercano de un compañero que detuvo, sin operativo especial alguno, a un comando de eta (para estos perros uso letras minúsculas) y por ello lucía la medalla al mérito “blanca”. Otro de su unidad, también en los tiempos de inicio de su carrera, lucía la “roja”, fue la primera que vio en el pecho de un igual. Aquel compañero lucía “la roja” por su acción en un atraco en el que acabó con la vida de dos delincuentes. Por todo ello, a sus 22 años, Moreno creía que las medallas se daban justamente.
Las cosas cambiaron con el devenir de los tiempos. La sociedad española iba cambiando: llegó al poder el partido que hoy nos gobierna. Según Moreno, nació la eterna sospecha sobre los agentes uniformados. Se sacaba la lupa para todos ellos. Parece que por muchos de los hechos que antes daban inicio a expedientes para felicitación, condecoración o recompensa, ahora daban inicio al expediente disciplinario para averiguar veracidades…Se acabaron las felicitaciones públicas para los operativos uniformados de “calle”, sin embargo, todos los días se podía leer en las Ordenes Generales que los que se sentaban en cómodos despachos, y nunca pisaban las calles, recibían inmerecidos premios y reconocimientos profesionales.
Esto hizo que, en los actos en que se usaba uniforme de gala o similar, los que carecían de una pechera “chapada”, pusieran en “cuarentena”, por sospecha, a los que bajaban de sus despachos, u otros destinos, con el uniforme repleto de chapas.
Para Moreno, la llegada del PP al Gobierno de la Nación puso en alza la labor del Policía de la calle. Parece que los jefes del CNP, cuando coincidían en actos con compañeros de la GC, veían más medallas en las guerreras de esos compañeros, por ello empezaron a otorgar, a los suyos, más medallas que en los tiempos recientemente pasados. Eso sí, se daban con cupo: tantas para tal unidad y tantas para la otra y así con todas. Al final no se tenía en cuenta el valor real de los servicios, sino que se contentaba a todos, pero NO por igual. Se cubría expediente, algo común en otras facetas de esta profesión.
Nació la Romería de las Medallas. Gente con dos o tres años de antigüedad ya lucía medallas y otros agentes que venían de hacer la transición, y seguían en la calle, no tenían nada. Otros se jubilaban casi sin nada, mientras a los nuevos se les iba incentivando con “chapas”. Los que se estaban yendo jubilados habían soportado la peor época del terrorismo y una delincuencia insaciable, pero sus uniformes estaban más vacíos que los del relevo.
Tras decirme eso, Moreno admite que posee dos medallas al mérito y ambas “blancas”. Una se la dan a destiempo, como dice él. Ha sido por su trayectoria profesional, precisamente cuando ya ni recuerda las mil intervenciones delicadas que ha protagonizado y que merecieron, per se, medalla particular. La otra se la han concedido por una acción con riesgo propio durante la detención a un atracador que, armado con una escopeta, lo encañonó. Pero esta segunda es también “blanca”
Un buen amigo siempre dice, y sabe de lo que habla, -tiene muchas medallas y a propuesto a muchos para que las recibieran- que lo importante es hacerlo, y no el reconocimiento. Seguramente es cierto, pero a todo el mundo le gusta ser reconocido, es algo inherente al ser humano sano. Otro amigo me enseñó una frase que oía de su padre ya fallecido y que fue alto mando de las Fuerzas Armadas y veterano de guerra: “…las medallas las reciben los que están donde se dan, y NO los que están donde se ganan…” creo que demasiadas veces es cierta la afirmación del padre de mi amigo. También él sabía de lo que hablaba.
Don Gonzalo
Es precisamente esa definición, a groso modo, la que se refleja en todos los reglamentos y normativas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y de las Fuerzas Armadas, para la concesión de medallas al mérito policial o militar. Pero hay más, al existir un amplio catálogo de condecoraciones y premios de reconocimiento a la labor profesional, también se pueden otorgar premios de más prestigio, exigiéndose para su concesión, casi siempre, un riesgo propio en el acto que produjo la acción meritoria de reconocimiento.
Al hablar con profesionales de todos los estamentos en los que se imponen condecoraciones, -casi todos cuerpos armados y uniformados- siempre se oye la misma queja: se dan demasiadas medallas a quienes no participaron directamente en la acción que dio origen a la concesión; a veces se concede a quien nunca tuvo conocimiento de tal operación. Este es un mal extendido y en auge. Pocas condecoraciones se conceden con la opinión mayoritaria de la justa concesión, y cuando es así…a la par se entregan otras vergonzosas que se suelen esconder y justificar tras la merecida. Estas puede minusvalorar a la primera.
Hoy, un veterano compañero de otro cuerpo me ha expuesto su experiencia con las medallas, la sociedad, el Cuerpo y los avatares políticos, sindicales e internos de su institución. Este amigo ingresó en el Cuerpo de Policía Nacional cuando este acababa de nacer tras la desaparición de la Policía Armada. ¡Ya ha llovido! Pues bien, Moreno me cuenta que al ingresar en el Cuerpo, -es su impresión- se otorgaban felicitaciones públicas y condecoraciones por servicios destacados y se hacía con bastante justicia. Conoce el caso cercano de un compañero que detuvo, sin operativo especial alguno, a un comando de eta (para estos perros uso letras minúsculas) y por ello lucía la medalla al mérito “blanca”. Otro de su unidad, también en los tiempos de inicio de su carrera, lucía la “roja”, fue la primera que vio en el pecho de un igual. Aquel compañero lucía “la roja” por su acción en un atraco en el que acabó con la vida de dos delincuentes. Por todo ello, a sus 22 años, Moreno creía que las medallas se daban justamente.
Las cosas cambiaron con el devenir de los tiempos. La sociedad española iba cambiando: llegó al poder el partido que hoy nos gobierna. Según Moreno, nació la eterna sospecha sobre los agentes uniformados. Se sacaba la lupa para todos ellos. Parece que por muchos de los hechos que antes daban inicio a expedientes para felicitación, condecoración o recompensa, ahora daban inicio al expediente disciplinario para averiguar veracidades…Se acabaron las felicitaciones públicas para los operativos uniformados de “calle”, sin embargo, todos los días se podía leer en las Ordenes Generales que los que se sentaban en cómodos despachos, y nunca pisaban las calles, recibían inmerecidos premios y reconocimientos profesionales.
Esto hizo que, en los actos en que se usaba uniforme de gala o similar, los que carecían de una pechera “chapada”, pusieran en “cuarentena”, por sospecha, a los que bajaban de sus despachos, u otros destinos, con el uniforme repleto de chapas.
Para Moreno, la llegada del PP al Gobierno de la Nación puso en alza la labor del Policía de la calle. Parece que los jefes del CNP, cuando coincidían en actos con compañeros de la GC, veían más medallas en las guerreras de esos compañeros, por ello empezaron a otorgar, a los suyos, más medallas que en los tiempos recientemente pasados. Eso sí, se daban con cupo: tantas para tal unidad y tantas para la otra y así con todas. Al final no se tenía en cuenta el valor real de los servicios, sino que se contentaba a todos, pero NO por igual. Se cubría expediente, algo común en otras facetas de esta profesión.
Nació la Romería de las Medallas. Gente con dos o tres años de antigüedad ya lucía medallas y otros agentes que venían de hacer la transición, y seguían en la calle, no tenían nada. Otros se jubilaban casi sin nada, mientras a los nuevos se les iba incentivando con “chapas”. Los que se estaban yendo jubilados habían soportado la peor época del terrorismo y una delincuencia insaciable, pero sus uniformes estaban más vacíos que los del relevo.
Tras decirme eso, Moreno admite que posee dos medallas al mérito y ambas “blancas”. Una se la dan a destiempo, como dice él. Ha sido por su trayectoria profesional, precisamente cuando ya ni recuerda las mil intervenciones delicadas que ha protagonizado y que merecieron, per se, medalla particular. La otra se la han concedido por una acción con riesgo propio durante la detención a un atracador que, armado con una escopeta, lo encañonó. Pero esta segunda es también “blanca”
Un buen amigo siempre dice, y sabe de lo que habla, -tiene muchas medallas y a propuesto a muchos para que las recibieran- que lo importante es hacerlo, y no el reconocimiento. Seguramente es cierto, pero a todo el mundo le gusta ser reconocido, es algo inherente al ser humano sano. Otro amigo me enseñó una frase que oía de su padre ya fallecido y que fue alto mando de las Fuerzas Armadas y veterano de guerra: “…las medallas las reciben los que están donde se dan, y NO los que están donde se ganan…” creo que demasiadas veces es cierta la afirmación del padre de mi amigo. También él sabía de lo que hablaba.
Don Gonzalo
Que gran acierto.
ResponderEliminarPara consuelo de todos, los que estamos en el sector privado nos pasa igual o peor, ni nos reconoce a tiempo ni na... un palmito y a seguir a cubrir el puesto. AH Las felicitaciones de los jefes se la lleva casi siempre el mando intermedio y LAS MENCIÓNES y/o LAS MEDALLAS OFICIALES "como te descudas también" para él. Que ya me sé de varios Jetas.
un saludo