Por: Ernesto Pérez Vera
El viento de levante reinante en este rincón del norte de África, y la casualidad, me ha obligado a escribir la segunda parte de “todo por la pasta” algo que no estaba previsto (ver la primera parte: http://goiptarifa.blogspot.com/2010/08/todo-por-la-pasta-ocurre-en-otros.htmlre-en-otros.html)
El mundo es un pañuelo, pero a veces está lleno de mocos. Esta tarde he mantenido una interesante conversación con otro apasionado de su trabajo. A este amigo se le notaba que amaba su trabajo, y no solo por como hablaba de él sino por como lo trabajaba. Mi amigo no es compañero, no viste uniforme ni lleva placa, es mi antenista particular. El tío disfruta con sus antenas y cables como yo con mis incautaciones y detenciones. Entre una cosa y otra, y mientas solucionaba una avería en casa, me ha comentado que fue opositor a Policía Local, quizás era de esperar, pues es hijo del Cuerpo y un tipo sano y formal.
Pues bien, hablando de cuando estudiaba para ser poli, me comentó que su profesor privado para las oposiciones era un Licenciado en Derecho que estaba Doctorado en una rama del Derecho. Un tipo muy titulado, y sin duda cualificado. Pero me ha sorprendido el concepto que ese profesor le trasmitió de lo que es un agente de la autoridad. Según mi amigo, su profesor le dijo a toda la clase: “…un Policía Local deja de ser POLICÍA al salir de su municipio de trabajo…” sin más palabras y sin más matices. Más tarde, según parece, añadió: “…eso no pasa con los agentes del C.N.P. y de la G.C., pues ellos, vayan donde vayan…son siempre POLICÍAS…” y así, una vez más, sentenció sin más matices y aclaraciones.
Para colmo, como ejemplo evidente de que lo que sostenía era cierto, soltó ésta otra perla: “…a los PP.LL. les quitan el arma de fuego al acabar el servicio –dijo le quitan- y sin embargo a los agentes del Estado –C.N.P. y G.C.- se la dejan llevar a casa…” Así es señores, el Licenciado, sin anestesia, les colocó eso a sus alumnos. Como era de esperar, los alumnos confiaban en su ilustre profesor, y eso, unido a las ansias de aprendizaje, quedó marcado a fuego en la mente de los jóvenes aspirante. Por estas cosas es por lo que algunos se creen que la tienen más larga…y me refiero a la placa.
¡Por Dios, por Dios¡ Como pudo decir burradas de ese calibre un señor tan titulado, que además es funcionario “clase A” de la administración. La casualidad viene ahora. El antenista que me contaba esto no recordaba el nombre de su profe, que por cierto cobraba 150 euros por una clase de dos horas. Pero yo, al ir oyendo al joven, recordé una anécdota personal vivida en la Academia de Policía en mis inicios como alumno. Tuve un profe con idéntico perfil académico al que soltaba esas perlas, y al que, con educación y discreción, corregí en su día durante una clase. La corrección fue relativa a la L.O. 1/92, que por cierto, el Licenciado profesor demostró no conocer más que su apodo: Ley Corcuera. En fin, el profe aceptó mi envite y días después, y en público, admitió que el alumno que lo rectificó…estaba en lo cierto.
La cosa es que yo conté a mi interlocutor esta anécdota, para que así viera que no siempre el que más nivel académico posee tiene razón. Traté de hacerle ver que por dinero hay quien pierde el pudor y habla de cosas que no domina, parapetándose para ello tras títulos, diplomas o galones. Fue en ese momento cuando a mi amigo le vino a la mente el nombre del profe. Lo recordó pero sin apellidos. Cuando mencionó ese nombre, yo di un respingo y dije un apellido…y ¡voila! El mundo es un pañuelo y, en este caso, lleno de mocos. El mismo profe que daba patadas al ordenamiento jurídico en mi academia de policía…era el mismo “melón” que engañó, por no conocer lo matices, a sus alumnos de 150 euros los 120 minutos.
Aquellos de mi promoción que lean esto, con un solo detalle ya mencionado, sabrán quien es susodicho profesor, y lo sabrán incluso si no recuerdan la anécdota de mi discreta corrección pública.
A estas alturas de la campaña, no creo que haya que recordarle a nadie que cualquier policía, sea del cuerpo que sea, debe ser considerado como tal aún fuera de servicio y fuera de su demarcación policial; eso sí, si es que tiene que investirse del carácter de agente de la autoridad mediante su identificación ante situaciones que lo requieran. Y por cierto, -solo por recordarlo- no es que pueda intervenir en los supuestos que refiero arriba, sino que estará obligado a ello por el ordenamiento jurídico.
Así nos luce el pelo, y que se salve el que pueda. A unos los mal enseñan o engañan mientras son aspirantes y a otros cuando ya son alumnos, pero da igual, lo importante es que el profe tenga “papeles” y gane billetes…
El viento de levante reinante en este rincón del norte de África, y la casualidad, me ha obligado a escribir la segunda parte de “todo por la pasta” algo que no estaba previsto (ver la primera parte: http://goiptarifa.blogspot.com/2010/08/todo-por-la-pasta-ocurre-en-otros.htmlre-en-otros.html)
El mundo es un pañuelo, pero a veces está lleno de mocos. Esta tarde he mantenido una interesante conversación con otro apasionado de su trabajo. A este amigo se le notaba que amaba su trabajo, y no solo por como hablaba de él sino por como lo trabajaba. Mi amigo no es compañero, no viste uniforme ni lleva placa, es mi antenista particular. El tío disfruta con sus antenas y cables como yo con mis incautaciones y detenciones. Entre una cosa y otra, y mientas solucionaba una avería en casa, me ha comentado que fue opositor a Policía Local, quizás era de esperar, pues es hijo del Cuerpo y un tipo sano y formal.
Pues bien, hablando de cuando estudiaba para ser poli, me comentó que su profesor privado para las oposiciones era un Licenciado en Derecho que estaba Doctorado en una rama del Derecho. Un tipo muy titulado, y sin duda cualificado. Pero me ha sorprendido el concepto que ese profesor le trasmitió de lo que es un agente de la autoridad. Según mi amigo, su profesor le dijo a toda la clase: “…un Policía Local deja de ser POLICÍA al salir de su municipio de trabajo…” sin más palabras y sin más matices. Más tarde, según parece, añadió: “…eso no pasa con los agentes del C.N.P. y de la G.C., pues ellos, vayan donde vayan…son siempre POLICÍAS…” y así, una vez más, sentenció sin más matices y aclaraciones.
Para colmo, como ejemplo evidente de que lo que sostenía era cierto, soltó ésta otra perla: “…a los PP.LL. les quitan el arma de fuego al acabar el servicio –dijo le quitan- y sin embargo a los agentes del Estado –C.N.P. y G.C.- se la dejan llevar a casa…” Así es señores, el Licenciado, sin anestesia, les colocó eso a sus alumnos. Como era de esperar, los alumnos confiaban en su ilustre profesor, y eso, unido a las ansias de aprendizaje, quedó marcado a fuego en la mente de los jóvenes aspirante. Por estas cosas es por lo que algunos se creen que la tienen más larga…y me refiero a la placa.
¡Por Dios, por Dios¡ Como pudo decir burradas de ese calibre un señor tan titulado, que además es funcionario “clase A” de la administración. La casualidad viene ahora. El antenista que me contaba esto no recordaba el nombre de su profe, que por cierto cobraba 150 euros por una clase de dos horas. Pero yo, al ir oyendo al joven, recordé una anécdota personal vivida en la Academia de Policía en mis inicios como alumno. Tuve un profe con idéntico perfil académico al que soltaba esas perlas, y al que, con educación y discreción, corregí en su día durante una clase. La corrección fue relativa a la L.O. 1/92, que por cierto, el Licenciado profesor demostró no conocer más que su apodo: Ley Corcuera. En fin, el profe aceptó mi envite y días después, y en público, admitió que el alumno que lo rectificó…estaba en lo cierto.
La cosa es que yo conté a mi interlocutor esta anécdota, para que así viera que no siempre el que más nivel académico posee tiene razón. Traté de hacerle ver que por dinero hay quien pierde el pudor y habla de cosas que no domina, parapetándose para ello tras títulos, diplomas o galones. Fue en ese momento cuando a mi amigo le vino a la mente el nombre del profe. Lo recordó pero sin apellidos. Cuando mencionó ese nombre, yo di un respingo y dije un apellido…y ¡voila! El mundo es un pañuelo y, en este caso, lleno de mocos. El mismo profe que daba patadas al ordenamiento jurídico en mi academia de policía…era el mismo “melón” que engañó, por no conocer lo matices, a sus alumnos de 150 euros los 120 minutos.
Aquellos de mi promoción que lean esto, con un solo detalle ya mencionado, sabrán quien es susodicho profesor, y lo sabrán incluso si no recuerdan la anécdota de mi discreta corrección pública.
A estas alturas de la campaña, no creo que haya que recordarle a nadie que cualquier policía, sea del cuerpo que sea, debe ser considerado como tal aún fuera de servicio y fuera de su demarcación policial; eso sí, si es que tiene que investirse del carácter de agente de la autoridad mediante su identificación ante situaciones que lo requieran. Y por cierto, -solo por recordarlo- no es que pueda intervenir en los supuestos que refiero arriba, sino que estará obligado a ello por el ordenamiento jurídico.
Así nos luce el pelo, y que se salve el que pueda. A unos los mal enseñan o engañan mientras son aspirantes y a otros cuando ya son alumnos, pero da igual, lo importante es que el profe tenga “papeles” y gane billetes…
No hay comentarios:
Publicar un comentario