Por: Ernesto Pérez Vera
El ciudadano medio y decente, como norma general, busca a lo largo de una parte de su vida la forma de garantizarse, para otra gran parte de su existencia, una buena calidad de vida. Por ello, desde que somos jóvenes, queremos conseguir –me autoincluyo entre los ciudadanos decentes- puestos de trabajo estables y, a ser posible, bien remunerados; eso sí, si colocamos ambos conceptos en la balanza…suele pesar más la estabilidad. Otros, además de tratar de garantizarnos el futuro laboral y económico, deseamos puestos concretos de trabajo en los que realizarnos como personas y como profesionales, esto es, en parte, lo que se llama vocación profesional.
Muy pocos somos –me vuelvo a incluir- los que somos felices con nuestro trabajo, pese a las “patadas” que jefes y compañeros nos proporcionan gratuitamente, rara avis se nos considera. Eso es vocación. De todos modos, debemos distinguir entre los que además de ir a trabajo contentos, lo ejercen con calidad y compromiso real y no “de boquilla”. En cualquier caso, y si se es funcionario, como es mi caso, se sea o no feliz, se cumpla o no se cumpla en el trabajo…recibiremos los mismos emolumentos a final de mes. Esto es lo que demasiados buscan y se quieren garantizar de por vida, y la verdad, si se cumple con eficacia y compromiso, pues bien venidos sean, pero no suele ser así…
Un verdadero rara avis es mi amigo J.L.V.R. Este amigo, al que conocí hace 20 años, lo dejó todo por convicción humana, por felicidad, por honestidad, por coherencia y por ser como es: un ejemplo de ser humano. Al decir que lo dejó todo, me refiero a que dejó un puesto de funcionario en el Ministerio de Defensa como Suboficial Especialista en Armas. Él no tenía vocación militar, pero aún así…se comió la formación propia de un Sargento “maestro armero”. En cualquier caso, su futuro estaba resuelto, se jubilaría, “sin hacer nada”, con sueldo de Subteniente.
Pero NO. J.L. era como esos travestís a los que oímos en las entrevistas de televisión: una mente de mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Verán, J.L. era un pacifista de espíritu altruista, atrapado entre galones y estrellas, armas, bombas, saludos, taconazos, garitas, órdenes –en esa época incoherentes casi siempre- y gritos e improperios. J.L. estaba en el sitio equivocado. Recuerdo que siendo él Sargento, y yo Cabo, me decía: “…Ernesto ¿de verdad te gusta estar aquí todo el día?...” “¡…no me digas más mi Sargento…ni des taconazos…no me saludes más hombre…me tienes asustado todo el tiempo…!” “un día de estos me voy y no vengo más…”
J.L. estaba todo el día, como era propio de su especialidad, arreglando fusiles, pistolas, ametralladoras, morteros, etc., etc. Para colmo, tenía que ir a lo que más odiaba, al campo de tiro. Los ejercicios de tiro siempre requerían de la presencia, in situ, del armero; pero él odiaba, no solo tirar, sino oír las detonaciones. No encuentro un mejor ejemplo que el antes referido sobre los travestís. Pese a tener asegurado un futuro profesional, social y económico, definitivamente estaba donde nunca debió estar.
Al final pasó lo que tenía que pasar. Él es un señor, una gran persona y un tipo como pocos he conocido, por ello dejó el ejército y se fue al PARO. Él quería ser feliz en la vida y por ello también en el trabajo. Prefirió estar en desempleo antes de seguir atrapado entre gentes que no comprendía, aunque respetaba. El admira a quien quiere aquello que hace, aunque no comulgue con sus ideas. No tardó en encontrar su sitio, y ya lleva 20 años trabajando en asociaciones, empresas y ONGs de ayuda a los desvalidos. Lo mismo trabaja en el apoyo y la mejora de la calidad de vida de niños saharauis, que en dar calidad de vida a toxicómanos o enfermos terminales de sida. Este hombre es un ejemplo de humanidad.
Ahora no le falta el trabajo, pero desde luego no lo tiene asegurado como cuando era Suboficial de las FAS. Tampoco creo que su sueldo sea superior al que tendría hoy como Brigada, que es lo que sería si estuviera en activo. Pero a él le da lo mismo, es feliz. Ahora cree en lo que hace, no como antes. ¡¡¡Viva la honestidad y la coherencia!!!
Aún así, sigue en su línea. Acaba de permutar de trabajo. Sigue en la misma línea de ayuda a los demás, pero acaba de dar un pequeño paso atrás en lo económico para poder ganar tiempo libre y poder estar más tiempo con sus hijos. Sin duda, a sus vástagos los estará educando en el sentido del deber como humanos sinceros con sus principios. Para colmo, el menor de sus hijos derrocha vocación por las armas, justo aquello de lo que él adolecía. Como J.L. es como es, no frena los sueños de su hijo en convertirse en policía o militar, al revés. Él, mejor que nadie, sabe lo importante que ser feliz en lo laboral, por ello, y desde tan infantil edad -9 años-, ayuda a su hijo en el crecimiento de sus sueños futuros. Otro ejemplo que no abunda.
Sé que muchos pueden ver normal el giro que dio a su vida este hombre, pero de verdad, hagan memoria y busquen casos de personas que prefirieron no tener nada a tener sueldo y futuro asegurado, y cierto estatus, pero contrapuestamente a sus principios como persona. No debe ser nada fácil. La mayoría de los funcionarios de policía que conozco –uso este ejemplo de sector funcionarial por ser el que conozco- no creen en lo que hacen ni en lo que representan, muchos hasta odian la profesión; pero por nada del mundo se marcharía y abandonarían un sueldo fijo de por vida. Este hombre, sin esfuerzo alguno –se asciende por antigüedad en esa escala-, sería hoy Brigada, y tendría un sueldo muy superior al que está percibiendo como ayudante de desvalidos. Muchos son los que, aún si vocación ni entrega, quisieran ser aquello que él dejó, y todo por dinero y comodidad.
¡A sus órdenes! Me quito el sombrero…
El ciudadano medio y decente, como norma general, busca a lo largo de una parte de su vida la forma de garantizarse, para otra gran parte de su existencia, una buena calidad de vida. Por ello, desde que somos jóvenes, queremos conseguir –me autoincluyo entre los ciudadanos decentes- puestos de trabajo estables y, a ser posible, bien remunerados; eso sí, si colocamos ambos conceptos en la balanza…suele pesar más la estabilidad. Otros, además de tratar de garantizarnos el futuro laboral y económico, deseamos puestos concretos de trabajo en los que realizarnos como personas y como profesionales, esto es, en parte, lo que se llama vocación profesional.
Muy pocos somos –me vuelvo a incluir- los que somos felices con nuestro trabajo, pese a las “patadas” que jefes y compañeros nos proporcionan gratuitamente, rara avis se nos considera. Eso es vocación. De todos modos, debemos distinguir entre los que además de ir a trabajo contentos, lo ejercen con calidad y compromiso real y no “de boquilla”. En cualquier caso, y si se es funcionario, como es mi caso, se sea o no feliz, se cumpla o no se cumpla en el trabajo…recibiremos los mismos emolumentos a final de mes. Esto es lo que demasiados buscan y se quieren garantizar de por vida, y la verdad, si se cumple con eficacia y compromiso, pues bien venidos sean, pero no suele ser así…
Un verdadero rara avis es mi amigo J.L.V.R. Este amigo, al que conocí hace 20 años, lo dejó todo por convicción humana, por felicidad, por honestidad, por coherencia y por ser como es: un ejemplo de ser humano. Al decir que lo dejó todo, me refiero a que dejó un puesto de funcionario en el Ministerio de Defensa como Suboficial Especialista en Armas. Él no tenía vocación militar, pero aún así…se comió la formación propia de un Sargento “maestro armero”. En cualquier caso, su futuro estaba resuelto, se jubilaría, “sin hacer nada”, con sueldo de Subteniente.
Pero NO. J.L. era como esos travestís a los que oímos en las entrevistas de televisión: una mente de mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Verán, J.L. era un pacifista de espíritu altruista, atrapado entre galones y estrellas, armas, bombas, saludos, taconazos, garitas, órdenes –en esa época incoherentes casi siempre- y gritos e improperios. J.L. estaba en el sitio equivocado. Recuerdo que siendo él Sargento, y yo Cabo, me decía: “…Ernesto ¿de verdad te gusta estar aquí todo el día?...” “¡…no me digas más mi Sargento…ni des taconazos…no me saludes más hombre…me tienes asustado todo el tiempo…!” “un día de estos me voy y no vengo más…”
J.L. estaba todo el día, como era propio de su especialidad, arreglando fusiles, pistolas, ametralladoras, morteros, etc., etc. Para colmo, tenía que ir a lo que más odiaba, al campo de tiro. Los ejercicios de tiro siempre requerían de la presencia, in situ, del armero; pero él odiaba, no solo tirar, sino oír las detonaciones. No encuentro un mejor ejemplo que el antes referido sobre los travestís. Pese a tener asegurado un futuro profesional, social y económico, definitivamente estaba donde nunca debió estar.
Al final pasó lo que tenía que pasar. Él es un señor, una gran persona y un tipo como pocos he conocido, por ello dejó el ejército y se fue al PARO. Él quería ser feliz en la vida y por ello también en el trabajo. Prefirió estar en desempleo antes de seguir atrapado entre gentes que no comprendía, aunque respetaba. El admira a quien quiere aquello que hace, aunque no comulgue con sus ideas. No tardó en encontrar su sitio, y ya lleva 20 años trabajando en asociaciones, empresas y ONGs de ayuda a los desvalidos. Lo mismo trabaja en el apoyo y la mejora de la calidad de vida de niños saharauis, que en dar calidad de vida a toxicómanos o enfermos terminales de sida. Este hombre es un ejemplo de humanidad.
Ahora no le falta el trabajo, pero desde luego no lo tiene asegurado como cuando era Suboficial de las FAS. Tampoco creo que su sueldo sea superior al que tendría hoy como Brigada, que es lo que sería si estuviera en activo. Pero a él le da lo mismo, es feliz. Ahora cree en lo que hace, no como antes. ¡¡¡Viva la honestidad y la coherencia!!!
Aún así, sigue en su línea. Acaba de permutar de trabajo. Sigue en la misma línea de ayuda a los demás, pero acaba de dar un pequeño paso atrás en lo económico para poder ganar tiempo libre y poder estar más tiempo con sus hijos. Sin duda, a sus vástagos los estará educando en el sentido del deber como humanos sinceros con sus principios. Para colmo, el menor de sus hijos derrocha vocación por las armas, justo aquello de lo que él adolecía. Como J.L. es como es, no frena los sueños de su hijo en convertirse en policía o militar, al revés. Él, mejor que nadie, sabe lo importante que ser feliz en lo laboral, por ello, y desde tan infantil edad -9 años-, ayuda a su hijo en el crecimiento de sus sueños futuros. Otro ejemplo que no abunda.
Sé que muchos pueden ver normal el giro que dio a su vida este hombre, pero de verdad, hagan memoria y busquen casos de personas que prefirieron no tener nada a tener sueldo y futuro asegurado, y cierto estatus, pero contrapuestamente a sus principios como persona. No debe ser nada fácil. La mayoría de los funcionarios de policía que conozco –uso este ejemplo de sector funcionarial por ser el que conozco- no creen en lo que hacen ni en lo que representan, muchos hasta odian la profesión; pero por nada del mundo se marcharía y abandonarían un sueldo fijo de por vida. Este hombre, sin esfuerzo alguno –se asciende por antigüedad en esa escala-, sería hoy Brigada, y tendría un sueldo muy superior al que está percibiendo como ayudante de desvalidos. Muchos son los que, aún si vocación ni entrega, quisieran ser aquello que él dejó, y todo por dinero y comodidad.
¡A sus órdenes! Me quito el sombrero…
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